Jordi Fabre
Coordinador General del Foro
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Publicado: 09 Ene 2012 18:52 Título del mensaje: Era otra época |
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Alguna vez ya se ha comentado aquí que la mineralogía española tiene un pasado, y aunque cuando hablamos de él nos vienen a la cabeza nombres como Calderón, Sos Baynat, Folch....también forman parte de ese pasado muchos otros personajes, y sus historias no siempre son gloriosas! ;-)
En los "años de plomo", o sea después de Folch y antes que llegase la actual época de progreso de la mineralogía española, solo unos pocos comerciantes españoles se dejaban ver por las Ferias internacionales y sin que nadie se tenga que ofender, digamos que la imagen que daban de la mineralogía española era más bien "pintoresca". Uno de estos "pioneros" fue en si mismo un rico filón de anécdotas. De todas ellas me quedo con esta que voy a contar, sobre todo porque representa muy bien el ambiente de esa época y cuál era la forma en que se vivía el comercio de minerales entonces.
En 1970, en la pequeña Feria de Villalier, Aude, Francia (que como es fácil suponer no tenía mucha afluencia de público ;-) la principal diversión se la proporcionaban los expositores, que inevitablemente terminaban el día de exposición con unas cogorzas descomunales, básicamente para "matar las penas". La persona de la que hablamos era uno de los mayores campeones de ese noble arte y cogía una tajadas tan potentes que su reputación había llegado a todos los rincones de Francia. La que cogió ese Sábado en Villalier fue de tal envergadura que hacia las dos de la madrugada estaba completamente KO, tumbado debajo de su vehículo. Sus compañeros de fatigas, franceses todos ello, y auténticas almas caritativas, decidieron que lo mejor era "enterrarlo". Para ello prepararon con cuatro maderas y clavos un ataúd de circunstancias y empujando su coche dejaron a nuestro hombre al descubierto, y para que no cogiese frio ;-) pusieron encima de él el ataúd que habían fabricado.
Como su coche estaba enfrente de la entrada de la feria, allí quedó ese hombre, “enterrado” justo en la misma puerta del evento. Al día siguiente, seguía en los brazos de Baco y de Morfeo por lo que los primeros visitantes de la feria se encontraron con el insólito espectáculo de que a sus puertas había un ataúd y debajo de él un cuerpo inanimado. Cuando algún piadoso visitante se interesaba por conocer quién era el finado, se le informaba que esa persona había traspasado la noche anterior y que como pequeño homenaje por sus años de exposiciones le habían puesto frente a la feria para que todos los coleccionistas le pudiesen dar su último adiós. Todo el mundo hablaba bajito y, muy consternados, entraban en la feria sin hacer ruido por respeto al fallecido.
Cuando a las 11 de la mañana nuestro hombre finalmente despertó y empezó, desesperado, a bracear para sacarse de encima su túmulo, los pobres asistentes a la Feria huían despavoridos creyendo que el "poder de los cristales" había hecho resucitar a ese desventurado.
Es fácil imaginar las chanzas que este legendario suceso ocasionó y todavía ocasiona en el Sureste francés y cómo era el ambiente del mundo de los minerales de esa época, tan diferente de la actual. |
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