mam
Registrado: 22 Jul 2009
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Ubicación: Brunete
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Publicado: 24 Jul 2009 17:57 Título del mensaje: Lavendulana por compasion |
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Hola. He visto alguna de vuestras historias y me he decidido a contaros la mía.
Esto que transcribo lo escribí en 2002, cuando empezaba a hacer mis primeras rutas mineras. Hay algunas alusiones, como la del móvil, que 7 años después me parecen pueriles, pero en fin.
Es una excursión que hice con un compañero a Mina Dolores (eventualmente, todavía no sé en qué mina estuve) en Mazarrón (Murcia).
Espero que os guste....
"Lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible. O quién pensaba que en una excursión como las nuestras, íbamos a encontrar la lavendulana (filosofal piedra rara con alquímico color azul lavanda) a pie de mina y sin sudar la camiseta.
Puede ser que coincidiera alguna conjunción planetaria o que Plutón hubiera bajado a los infiernos cósmicos, pero lo cierto es que la mañana parecía tener gafe. De momento, llego media hora tarde, tras olvidar sucesivamente las zapatillas y el inefable móvil. Pelillos a la mar y busquemos una cafetería, aunque todo parece estar bajo clausura. Tras un pequeño itinerario por el pueblo y preguntar, resulta que la cafetería más cercana está justo enfrente de donde hemos aparcado. La cosa tiene su guasa.
Y, al fin, en la ruta. La mina Dolores es una típica explotación de hierro ubicada en el sector minero de Pastrana-Mazarrón, pero perdida en un laberinto de carreteras comarcales, caminos vecinales de difícil tránsito y pequeñas colinas que parecen todas iguales. La memoria tiene sus lapsus y no es nada fácil recordar bien un camino visitado hace 10 años. El caso es que con algún trabajo conseguimos llegar a un lugar en medio de la nada habiendo partido de no se sabe bien dónde. Hay plásticos de invernadero tirados en el suelo. ¡¡¡Raaassss!!!, ¡Splooop! ¡Demonios! Se ha parado el motor del coche. Los plásticos estaban mojados, quizás sea eso, a ver si en unos minutos se ha secado. Al instante aparece un señor en ciclomotor. Es el que cuida la finca, ¿es que tenemos cara de roba-naranjas?, porque el payo sólo vigila, pero de echar una mano, poca. En cualquier caso, me deja coger unas naranjas, dulces y buenas. Pero la situación empieza a ser preocupante porque el coche no arranca. Llamada telefónica desesperada al padre de J.L. (¡qué gozada es esto del móvil!). Y... tampoco. ¿Llamamos a la grúa? ¿y como entra allí, 1 km en marcha atrás?. Es lo que nos faltaba para completar la mañana. Y he aquí que aparece super-J.L., que se pone el mono de faena y empieza a trastear los bajos del coche, hasta dar con el tubillo doblado que está impidiendo que llegue gasolina al motor.
Todo en orden de nuevo. Afortunadamente, hemos traído plano de la zona y el amigo del ciclomotor nos indica donde estamos (hemos dejado la mina como 1 Km. a nuestra derecha) y nos orienta por el camino correcto, prácticamente todo él asfaltado. En efecto, al poco, localizamos varias bocaminas en el monte: es la presunta Mina Dolores. Se accede por un camino muy pedregoso, pero agradable, entre tomillo, romero, manzanilla, esparto, etc., con el aroma a mar Mediterráneo de 2500 años de historia minera que divisamos desde la bocamina.
La base del monte presenta la típica geología de cuarcitas y micaesquistos. Nada especialmente reseñable. Pero poco a poco van abriéndose paso las baritas y las limonitas terrosas y ocres, cuya explotación fue muy rentable entre 1870 y 1930). De hecho, la primera bocamina a la que accedemos tiene una entrada a base de potentes formaciones de barita. Dentro, la limonita se hace omnipresente, con pequeños puntos muy brillantes, que no está claro qué es lo que son. Nos falta experiencia y conocimiento suficiente.
El recorrido de la mina es interesante por su trazado de galerías que surgen de aquí y de allá, hacia arriba y hacia abajo, a varios niveles. No hay grandes bolsadas ni cámaras, como era típico de las minas de manganeso, sólo pasadizos y pasadizos, a veces bastante angostos y claustrofóbicos, recubiertos de polvo de limonita, pardo brillante, pero muy sucia. Sobre todo, para ir sin casco que, cosas del día, J.L. ha olvidado. Cuando la primera bocamina no da para más, pasamos a la segunda. Más de lo mismo, limonita y más limonita, goethita en algunos sitios. Ahora las baritas se hacen menores, pero bien terminadas en punta de lanza. Al cabo de un rato acabamos acuñando la expresión ¿qué, picar por picar?. La desilusión es evidente, esos minerales raros, que tan fácilmente pensábamos hallar, o no están, o están demasiado profundos.
Pero la mina Dolores es inmensa y aún nos arriesgamos a explorar una tercera bocamina, la de más arriba del monte. Los aperos pesan como el plomo, por lo que decidimos subir con lo mínimo: la linterna en una mano y el martillo en la otra. Esta galería es, sin duda, la mayor, con un túnel de entrada de acceso sumamente fácil y que va internándose y ramificándose hacia abajo por un terreno muy suelto, como no, de más tierra marciana. Con suerte, mucha suerte, encontramos una piedra dura, con matriz de limonita, pero con formaciones de jarositas cristalizadas (al menos eso pensábamos “in situ”) muy brillantes. Para cogerlas, hasta la linterna de J.L. recibe un martillazo y el plástico protector queda hecho añicos. ¡Dios mío, qué día!.
Como siempre, la vuelta a la luz se agradece y el día es de un azul luminoso. Pero ¿todo esto por coger “morralla”? y hambre de ir a una mina donde hartarse a coger minerales. Ya en el coche, el cansancio del día se acumula, las manos, el pelo y las ropas llenas de tierra ocre. El próximo día hay que cambiar de ambiente, al menos ir a lo seguro. Por ejemplo, a la “ruta de las fluoritas” de San Camilo y de Alumbres, o alguna barita de Portmán donde seguro que hay para jartarse.
Miguel Ángel Muñecas Vidal, febrero 2002 _________________ MAM - Brunete (Madrid) |
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